Eso que se ve allá tendido lejos de la carretera nomás son las manos.
Se ven sólo los nudillos y un pedacito de los dedos.
Lo demás, el cuerpo está bien enterrado. Cubierto de pasto y arboles.
Pero no todos los cerros son las manos.
Nomás los que se ven como estos que yo te digo.
Las manos de gigantes dormidos. Que vivieron hace mucho tiempo...
No sé si los durmieron. Más bien me parece que ellos solitos decidieron echarse a dormir.
Las manos en general me gustan mucho.
Uno puede arreglarse el cabello, la cara, el cuerpo... pero las manos se quedan igual.
Ellas tienen su caracter propio. Su personalidad. Las manos no ocultan nada.
Son como pequeños seres humanos.
Como que las manos hablan solitas. Cuentan historias ocultas.
Una vez conocí a un pintor. Tenía las manos calientes siempre que saludaba.
Como si su cuerpo - más bien su espíritu- se saliera de ellas, como que le palpitaban.
También tengo un amigo que las tiene todas llenas de ampollas, se la pasa agarrando cables y fierros, y sus manos están todas lastimadas.
Le pregunto si le duelen las ampollas y dice que no, pero se ve que sí.
Las manos de un músico son como arañas ágiles que se desplazan entre cuerdas, piel o teclas tejiendo con habilidad sus notas.
Las manos sobre un teclado de computadora son desconcertantes.
Mis manos me gustan también. Son flacas y largas, mas bien huesudas, con las venas saltadas cuando escribo mucho.
Las manos de los gigantes son lo único que se ve.
Las manos que ahora parecen montañas pero que están esperando ...
1 comment:
No me acuerdo si en la carretera a Córdoba o a Cuernavaca, hay un gigante que asoma la nariz.
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