La desaparición de los manglares significa un riesgo para los mexicanos: el país, ubicado en zona de huracanes, es al que más ciclones categoría cinco han llegado. No sólo son lo que los científicos denominan piel del territorio nacional, sino también son cuna de especies marinas; con la combinación de agua dulce y del mar generan un hábitat particular, irrepetible en cualquier otro sitio. Por eso insisten en que su destrucción es irreparable.
En febrero de 2007 entró en vigor la modificación a la Ley General de Vida Silvestre (LGVS) que protege los manglares, con lo cual se echó abajo el pago de 10 mil pesos que los empresarios acostumbraban a dar por devastar una hectárea de esta vegetación. Ante una eventual modificación de la LGVS en el Senado de la República, los expertos afirman que, contrario de lo que señalan quienes se oponen a la ley vigente, sí se han autorizado desarrollos turísticos.
Entre 65 y 75 por ciento de la vegetación original de mangle se ha perdido, de acuerdo con distintas evaluaciones, y los científicos señalan que, de mantenerse la tasa actual de deforestación, en 30 años se habrán esfumado, ya que la replantación es imposible. Esto ha sido a causa, sobre todo, del cambio de uso de suelo que da paso a que donde antes había esa vegetación ahora se observan, entre otras obras, campos de golf, hoteles, carreteras, viviendas, etcétera.
Los científicos señalan que los beneficios que aporta el ecosistema de manglares es notable y las evidencias están a la vista: el huracán Dean no causó mayores daños en Chetumal el año pasado debido a que en esa zona se ha conservado esa vegetación; la presencia de humedales en áreas costeras de Indonesia y Tailandia evitó mayores daños a la población que enfrentó la llegada del tsunami en diciembre de 2004.
La llegada del huracán Wilma en 2006 en Cancún y la devastación que provocó fueron porque en esa área los manglares prácticamente se extinguieron. En Quintana Roo han desaparecido cien mil hectáreas; es el estado donde más se ha perdido, de acuerdo con el inventario de la Comisión Nacional para el Uso y Conocimiento de la Biodiversidad, señala el investigador Jorge López Portillo, secretario académico del Instituto de Ecología de Veracruz.
Tanto empresarios turísticos, legisladores de PAN y PRI como el propio titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Juan Elvira Quesada, han señalado que sí es posible reforestar el mangle, pero este argumento es refutado por los expertos, ya que en los hechos hay pocos casos exitosos.
López Portillo asevera que la dificultad para restaurar las referidas zonas es porque se deben las condiciones ambientales naturales en las que se desarrollan. Dice que el mangle que se reproduce en viveros lo hace bajo ciertas condiciones que, en general, son totalmente distintas del sitio en el que se planta en campo, lo cual provoca que la planta muera.
Indica que hay ejemplos exitosos, pero han requerido gran inversión y representan casos aislados, y agrega que si no sabe cuántas plantas se dan en la reforestación de bosques y selvas, en los casos de mangle menos se conocen los datos.
Por su parte, Jorge Herrera, investigador del Cinvestav de Mérida, señala en una carta enviada a legisladores que promover el cambio de uso del suelo de las zonas de manglar o decir que es posible compensar una hectárea de manglar natural destruida por seis hectáreas nuevas de la misma especie –como plantea una iniciativa del Senado que acaba de ser retirada– es una medida inviable e inadecuada. “Las funciones y servicios ambientales que un manglar desempeña en determinado lugar no se recuperarán por más hectáreas que se creen en otro sitio; esta medida de ninguna forma se puede llamar compensatoria”, precisa.
El especialista detalla que si se planta una hectárea de manglar en un sitio diferente al original no se generará ningún beneficio al ambiente, ya que esa planta no cumplirá con las funciones de este ecosistema, el cual es refugio, aporta nutrientes, alimenta, y es zona de crianza para las principales pesquerías del mundo, además de que permite “amainar la fuerza de huracanes, tormentas y marejadas sobre zonas costeras, ya que sedimentan los sólidos suspendidos y filtran nutrientes del mar para la sobrevivencia de los arrecifes”.
Precisa que “sólo tres o cuatro especies de manglares pueden vivir en suelos inundados, en condiciones cambiantes de salinidad, frente al mar, expuestos a tormentas y huracanes, y esto porque son especiales y especializados. Este ecosistema ocupa una pequeña franja de las costas como si fuera ‘la piel de México’, ya que las condiciones en las que pueden vivir son particulares y sólo en esas áreas se encuentran, es difícil reproducirlas tierra adentro”.
Explica que Veracruz, Tabasco y Campeche son estados con importantes actividades pesqueras ribereñas porque los manglares que poseen son refugio y alimento de muchas especies de importancia comercial y ecológica. “Tampoco es casualidad que en Quintana Roo se presenten manglares y arrecifes juntos, hay una importante conectividad ente estos ecosistemas y, si se quiere seguir promoviendo el turismo en esta región, la protección y restauración de las zonas de manglar debería ser una prioridad nacional”.
Advierte que ningún manglar creado sustituirá las funciones que los naturales llevan a cabo, porque las condiciones para que se desarrollen son particulares y deben tener conectividad con otros ecosistemas.
Funciones ecológicas únicas
Por su parte, el Observatorio Ciudadano de Vigilancia Ambiental señaló que el planteamiento de compensación ya ha sido descalificado por especialistas, académicos y organizaciones no gubernamentales, porque en México no existen condiciones para hacerlo y es difícil resarcir las funciones ecológicas de los manglares.
La actual LGVS no obstruye el desarrollo de obras turísticas, como argumentan los empresarios, legisladores y el propio gobierno, considera Juan Carlos Cantú, de la organización Defenders of Wildlife. Conforme a esta ley, en 2007 se autorizaron ocho planes en Quintana Roo, seis en Sinaloa y uno en Tabasco, precisa.
La ley permite la construcción de proyectos que permitan el flujo hidrológico y no alteren el manglar o la zona de influencia; lo que “no se puede hacer es un campo de golf ni un edificio de 30 pisos”, advierte. Se pueden construir caminos o cabañas piloteadas dentro del mangle que no afecten el flujo de agua.
Recuerda que entre los argumentos expresados en contra de la ley vigente está que “impide” el desarrollo en todo el país, pero la realidad es que no es así, porque dichos planes no están pensados en todo el territorio nacional, sino en algunas zonas en particular. La diferencia es que antes podían pagar 10 mil pesos por destruir el manglar, pero ahora ya no.
*Tomado de la Jornada
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