Ni el Centro ni la Periferia…
“Cuando parece que no queda nada, quedan los principios”.
Don Durito de La Lacandona.
Decía el Viejo Antonio que la libertad tenía qué ver también con el oído, la palabra y la mirada. Que la libertad era que no tuviéramos miedo a la mirada y a la palabra del otro, del diferente. Pero también que no tuviéramos miedo de ser mirados y escuchados por los otros. Y luego agregó que el miedo se podía oler, y que abajo y arriba ese miedo despedía un olor diferente. Dijo además que la libertad no estaba en un lugar, sino que había que hacerla, construirla en colectivo. Que, sobre todo, no se podía hacer sobre el miedo del otro que, aunque diferente, es como nosotros.
Esto viene al caso o cosa, porque nosotros pensamos que, más que la cantidad de personas en un movimiento, más que su impacto mediático o la contundencia de sus acciones, lo claro y radical de su programa, lo más importante es la ética de ese movimiento. Eso es lo que le da cohesión interna, lo define, le da identidad… y futuro.
Ya en otra ocasión hemos hablado, y hablaremos, de lo que son los fundamentos de nuestra ética zapatista.
Ahora quisiéramos referirnos, brevemente, a la no-ética de arriba, a la ética del miedo.
Sobre el miedo y, más específicamente sobre el miedo a la transformación, el sistema ha ido construyendo, con especial paciencia, un edificio entero de razones para no luchar.
Hay un “no” para cada quien, más o menos simple o complejo según el destinado a poseerlo.
Vamos dejar de lado, por un momento, las condiciones materiales que permiten y marcan éste que podemos llamar “el imperio del miedo”, una de las características definitorias del sistema capitalista, y concentrémonos en su existencia, reparto y jerarquía.
Supongamos que uno de los miedos más elaborados es el miedo a lo otro, a lo diferente, es decir, a lo que desconocemos.
Sólo haré un desglose apresurado, esperando que puedan desarrollarse luego:
.- El miedo de Género. Pero no sólo de la mujer al hombre y viceversa, también el miedo de mujer a mujer y de hombre a hombre.
.- El miedo de Generación. Entre mayores, adultos, jóvenes, niños y niñas.
.- El miedo de Lo Otro. Contra homosexuales, lesbianas, transgénero y las otras realidades que, no porque las desconozcamos, dejan de tener existencia.
.- El miedo de Identidad o de Raza.- Entre indígenas, mestizos, nacionales, extranjeros.
La libertad que queremos deberá vencer también estos miedos.
***
Antes se ha dicho aquí, y con acierto, que las luchas antisistémicas no deben circunscribirse únicamente a lo que los ortodoxos llaman la infraestructura o base de las relaciones sociales capitalistas.
Que sostengamos que el núcleo central del dominio capitalista está en la propiedad de los medios de producción, no significa que ignoremos (en el doble sentido de desconocer y de no darle importancia) los otros espacios de dominio.
Es claro para nosotros que las transformaciones no deben enfocarse sólo a las condiciones materiales. Por eso para nosotros no hay la jerarquía de ámbitos; no sostenemos que la lucha por la tierra es prioritaria sobre la lucha de género, ni que ésta es más importante que la del reconocimiento y respeto a la diferencia.
Pensamos, en cambio, que todos los énfasis son necesarios y que debemos ser humildes y reconocer que no hay actualmente organización o movimiento que pueda preciarse de cubrir todos los aspectos de la lucha antisistémica, es decir, anticapitalista.
Este reconocimiento es la base de nuestra Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Ella parte del reconocimiento y aceptación de lo ancho de nuestro sueño y la estrechez de nuestra fuerza.
Por ejemplo, hemos señalado algunos aspectos de la lucha de género en el seno del zapatismo, y en el próximo encuentro podrán conocerse de primera mano. Pero, nosotros, nosotras, reconocemos que hay avances más sustanciales en otros colectivos, grupos, organizaciones e individu@s que tienen este objetivo.
Pensamos que la realidad propia de nuestra existencia como EZLN no pocas veces presenta obstáculos y trabas que no pueden ser resueltos en nuestra lógica interna. Por eso buscamos y pedimos una relación equitativa con las compañeras y compañeros que han avanzado más en la lucha de género.
Pero queremos que no confundan enseñar con mandar, ni aprender con obedecer. Creemos que es posible construir una relación de respeto donde nuestra realidad avance en transformaciones profundas en este aspecto y sabemos dos cosas: que no podemos hacerlo por nosotras, nosotros mismos; y que necesitamos esta relación.
No ofrecemos nada a cambio, nada material quiero decir. Tampoco ofrecemos unidad orgánica, ni jerárquica de mando u obediencia en uno y otro sentido.
Lo que ofrecemos es la disposición de conocer, respetar y aprender.
Lo que ustedes pueden y, creo yo, deben darnos, tendrá su propio proceso de asimilación y algo nuevo saldrá.
Eso nuevo no será ni una copia de sus propuestas ni una repetición justificada de una nuestra imperfecta realidad (sobre todo en esto de la lucha de género), sino una forma nueva, la nuestra, de asumir esa lucha y llevarla adelante.
Esto que digo de la lucha de género, que es donde como EZLN reconocemos que cargamos el mayor lastre, es para todas las luchas y modos que no conocemos, no abarcamos o no alcanzaremos nunca a cubrir.
El EZLN es una organización que ha rehusado claramente a hegemonizar y homogeneizar en sus relaciones con otros grupos, colectivos, organizaciones, puebos e individuos, incluso con otras realidades organizadas o no.
Ni siquiera en el movimiento indígena, que es donde está nuestra fuerza e identidad primera, hemos aceptado el papel de vanguardia que represente a la totalidad del movimiento indígena en México.
A nuestras evidentes carencias en la lucha de las mujeres, se pueden agregar lagunas insalvables: los trabajadores y trabajadoras de la ciudad, los movimientos urbano populares, los jóvenes y jovenas, los otros amores, y una verdadera constelación de luchas que La Otra Campaña ha revelado en sus recorridos y actividades.
El movimiento antisístemico que pretendemos levantar en México parte de esta premisa fundamental: tiene que ser con lo otro, con lo diferente que comparte dolores y esperanzas, que reconoce en el sistema capitalista al responsable de su situación de injusticia.
Y esto, pensamos nosotros, nosotras, sólo es posible con el conocimiento mutuo que deviene en respeto.
Por eso la Sexta Declaración y La Otra Campaña en México han seguido los pasos que hasta ahora se han dado: un pase de lista, una presentación donde cada quien dijo quién era, en dónde estaba, cómo veía el mundo y nuestro país, que quería y cómo pensaba hacerlo.
En este proceso de conocimiento, algunos, algunas, supieron que no era este su lugar, ni su tiempo. Que no eran su calendario ni su geografía. Podrán decir una u otra cosa, pero es ésta la causa fundamental de su lejanía actual.
No es ni ha sido el objetivo del EZLN el crear un movimiento bajo su hegemonía y homogeneizado con sus tiempos, modos y ni modos.
Queríamos, y queremos, un movimiento amplio, con toda la extensión del debajo de nuestro país, pero con objetivos claros, diáfanos, definitivos y definitorios: la transformación radical y profunda de nuestro país, es decir, la destrucción del sistema capitalista.
No hemos mentido, ni antes, ni ahora.
No nos interesan los parches ni las reformas, simple y sencillamente porque no parchan nada y no reforman ni siquiera lo más superficial.
A quien ha querido escucharlo se lo hemos dicho sin tapujos: A nosotras, a nosotros, lo que nos interesa es que se reconozcan nuestros derechos, que nos dejen ser lo que somos y como somos, en suma, que nos dejen en paz.
No nos interesan ni los puestos, ni los cargos, ni las estatuas y monumentos, ni los museos, ni pasar a la historia, ni premios, ni honores, ni homenajes.
Lo que queremos es poder levantarnos cada mañana sin que el miedo esté en la agenda del día.
El miedo a ser indígenas, mujeres, trabajador@s, homosexuales, lesbianas, jóvenes, ancianos, niños, otras, otros.
Pero pensamos que esto no es posible en el sistema actual, en el capitalismo.
Hemos buscado y hemos encontrado pensamientos y experiencias diferentes pero similares.
Hemos sido parte, sobre todo alumn@s, del más hermoso ejercicio pedagógico que los cielos y suelos mexicanos han contemplado en toda su historia.
Ha sido, y es un honor llamar compañeras y compañeros a pueblos, organizaciones, grupos, colectivos e individu@s de todo el espectro de la oposición anticapitalista en nuestro país.
No somos muchos, muchas, es cierto. Pero somos. Y en estos tiempos de indefinición convenenciera, de ilusiones y evasiones, esto, ser, es y será la pieza ue el sueño que soñamos necesita para echarse a andar en su largo camino a la realidad.
***
ELÍAS CONTRERAS EXPLICA A LA MAGDALENA SU MUY PECULIAR VERSIÓN DEL AMOR Y ESAS COSAS.-
Creo que podemos imaginarlo todo. Imaginar la conversación, el calendario y la geografía en la que se dio. Imaginar que la Magdalena y a Elías Contreras, Comisión de Investigación del EZLN, están platicando de cualquier cosa. Pero imaginar que, cuando llegan nuestro oído y mirada, lo que vemos y escuchamos es lo siguiente…
Hay una noche que se ha precipitado sobre la tarde, echándola fuera del día a destiempo, extendiendo sus negros y sombras por todos los rincones, permitiendo sólo algunas luces y brillos.
Ha sido tan rápida esta invasión oscura, que ha sorprendido a Elías Contreras y a la Magdalena camino de regreso de la milpa.
Están ya cerca del pueblo, pero la noche es tan pesada y tan imprevista que las breves luces que la pueblan no están listas todavía.
Como si cocuyos, estrellas, luna y destellos se hubieran quedado en otro calendario o se hubieran equivocado de geografía y no hubieran llegado a tiempo a la noche que ya era dueña y señora en las montañas del sureste mexicano.
Elías Contreras sabe. Conoce, a fuerza de andarlos, los caminos que la noche crea sobre los caminos del día. Por eso es que Elías toma de la mano a la Magdalena, que se ha quedado paralizada con un suspiro de miedo cuando sólo ve el negro.
La Magdalena está en estas tierras porque ha venido a ayudar a Elías Contreras en el combate contra el mal y al malo, pero no es su cancha. Ella, o él, según, es ciudadano, o ciudadana, según. Y en la ciudad, cuando menos en la ciudad en la que vivía la Magdalena, la noche no acaba nunca de completarse. Con tantas luces peleando un espacio, la noche ahí apenas es un pretexto para que cada una de ellas, de las luces, se definan.
La mano de Elías ha tranquilizado a la Magdalena. Por unos instantes esa mano es su único asidero a la realidad. Casi inmediatamente, Elías coloca la mano de la Magdalena en su baja espalda, de modo que sujete el cinturón de Elías.
“No te sueltes”, dice Elías.
El miedo hace que la Magdalena no alcance a musitar y sólo piense:
“Ni loca”, o loco, según.
Elías se sale del camino real y sus grandes charcos y lodos, y se interna por entre la arbolada. Despacio camina Elías, cuidando que la Magdalena no tropiece.
En la mirada cegada de la Magdalena aparecen terrores y fantasmas que no son de esta tierra: los judiciales rodeándola, poniéndole un saco apestoso sobre la cabeza. Los golpes y burlas en el auto. No ver, no saber. Los ruidos que se van apagando. La discusión entre ellos sobre el dinero que le roban. Los turnos para violarla-violarlo. El ruido del auto alejándose. El desmayo. El perro que le husmea la sangre de las heridas…
- Ya llegamos ya -, dice la voz de Elías, y la Magdalena todavía tiembla cuando la hace sentarse sobre un tronco.
En poco tiempo la Magdalena se ubica. Elías sabe lo que hace. El lugar donde están tiene una luz parda que no alcanza a iluminar pero sí a definir objetos y distancias.
Parece que Elías piensa que la Magdalena tiembla porque tiene frío, y la envuelve con el nylon que, previendo lluvias, lleva en su morraleta.
“¿Dónde?”, dice la Magdalena.
Elías parece saber que lo que la Magdalena quiere saber es el origen de esa luz dispersa y difusa.
“Son hongos”, dice Elías encendiendo un fósforo cuya luz borra todo y deja sólo su mirada. “De día agarran luz, y de noche la van soltando de a poquito, para que dure, para que tarde, para que no luego se gane la oscuridad”
Contestando una pregunta que no llega, Elías dice:
“Estos no se pueden comer, sólo sirven para ver”
No es la voz sino el olor de Elías lo que va tranquilizando a la Magdalena. Una mezcla de maíz, ramas, tierra, tabaco, sudor.
“Aquí vamos a esperar un tanto a que la noche agarre su paso y deje de andar a la carrera”, dice Elías.
La Magdalena, sentada a su lado, se agarra a su brazo y reposa su cabeza sobre el hombro de Elías.
Algo queda pensando, porque, de pronto, le suelta a Elías:
“Oye Elías, ¿tú has estado con una mujer?”
A Elías se le atraganta el humo del cigarro y se nota que su cuerpo se tensa nervioso. Su voz es apenas un hilo cuando responde:
“Errr… bueno, sí, en las reuniones… y los trabajos… y las fiestas… llegan las compañeras… y lo hablamos de la lucha… y de los trabajos… y hablamos… sí… en las reuniones…”
“No te hagas pato Elías, tú sabes de qué estoy hablando”, lo interrumpe la Magdalena.
Si hubiera un poco más de luz, podríamos ver que el rostro de Elías es un semáforo: primero se ha puesto de color rojo, luego amarillo y ahora está adquiriendo un color verde luminoso.
“Errr… Mmh… Errr… ¿O sea que como quien dice lo estás preguntando si he hecho un amor?”
La Magdalena ríe de buena gana al escuchar el modo de Elías para referirse al tener relaciones sexuales.
Sí, dice todavía riendo, pregunto si ya has hecho un amor.
Los colores de Elías siguen ahora el camino inverso: del verde al amarillo y de ahí al rojo.
“Bueno, sí, pero no mero, un poco, o sea que más o menos, apenas…”
La noche es fría, como ésta que caminamos, pero Elías Contreras, Comisión de Investigación del EZLN, tiene ya la camisola empapada por el sudor.
La Magdalena está disfrutando el embarazo de Elías y no hace nada por aliviarlo.
Al contrario, alarga su silencio para que Elías tenga que sostenerse en la palabra…
“Bueno, Magdalena, no te voy a estar mentirando. No muy me acuerdo, de repente sí o de repente no… Pero me acuerdo que lo leí un libro que encontré y que se llama “¿Ya piensas ya en el amor?” y ahí lo miré bien cómo es eso”.
La Magdalena, aunque no es ni hombre ni mujer, es bien mula (sin agraviar a quienes me escuchan o leen), y el nerviosismo de Elías le ha hecho olvidar los fantasmas que hace unos minutos la asediaban, así que pregunta…
“¿Ah sí? ¿Y cómo es eso?”, y se repega más al flanco de Elías.
El color de Elías es ya el de los hongos fosforescentes que cubren los troncos y ramas de alrededor.
Pero Elías Contreras es Comisión de Investigación del EZLN, ha enfrentado multitud de peligros y situaciones imprevistas, así que respira hondo mientras piensa:
Un cigarro, voy a prender un cigarro, ¿dónde dejé los cigarros?, prendo un cigarro y así me da tiempo de acomodarlo mi pensamiento, prendo un cigarro, ¿y si no prende el cerillo?, pues como dice el Sup, se chingó la señora Roma ésa, bueno, ya, ¿y si no prende el cerillo?
Elías inicia entonces su explicación:
“Bueno Magdalena, arresulta que están, como quien dice, el ése-cómo-se-llama y el otro uno, y está así, como que no está pensando nada, pero de pronto como que ya piensa algo y pues entonces, arresulta…”
Elías duda, después dice:
“Bueno, creo que mejor te lo explico de otra forma porque qué tal que no vas a entender…”
La Magdalena tiene una sonrisa maliciosa que la oscuridad oculta cuando dice:
“Bueno”.
Elías empieza:
“Bueno, pues arresulta que hay unos que se llaman medios de producción, porque los pichitos no son pichitos luego, sino que primero son productos. Entonces los productos se hacen con medios de producción. Ah y también con materia prima.
De ahí entonces arresulta que está un su medio de producción del hombre que es así como quien dice un algo para producir productos, pero no mero ni solo, sino que se necesita otro medio de producción y entonces ya lo habla uno a la chamaca y hacen acuerdo para la producción y ponen como quien dice la materia prima y lo producen el producto y siempre uno o una, según, se cansa, pero así como cansancio bueno, contento.
Pero no es así que llega uno y le dice a la muchacha “oyes, vamos a hacer una producción de un producto”, sino que como quien dice le da la vuelta y van los dos vuelteando, vuelteando y ya luego hacen un su acuerdo, y ya luego tarda unos meses y sale el producto y ya lo ponen nombre porque tampoco es que le van a estar diciendo “a ver producto, vete a traer el agua o la leña”, sino que tiene que tener un nombre, y luego si es producta pues también hay que ponerle nombre.
De ahí que el nombre es importante, pero no mucho porque si uno, o una, según, es zapatista, lo puede escoger luego un su nombre de lucha, pero tiene que va a pensar bien porque aluego uno no sabe si ya queda así.
Ahí está por ejemplo el Sup, que escogió el nombre de Sup y ya se chingó Roma porque siempre se va a llamar Sup. En cambio yo escogí Elías pero no todos saben así que puedo poner otro nombre.
Y ya es todo mi palabra y espero que entendiste Magdalena y si no pues ahí luego otro día te explico porque ya es tarde y tenemos que llegar al pueblo”
A la Magdalena hasta le duele la panza por estar aguantándose la risa escuchando la explicación de Elías, pero se recompone y dice:
“Bueno, ahí me explicas otro día”.
La noche ya es más clara cuando Elías Contreras camina loma abajo con la Magdalena del brazo. Es Elías quien rompe el silencio:
“Oí Magdalena. Ya no tengas miedo si estás conmigo.”
La Magdalena apenas se detiene para preguntar:
“¿Cómo supiste que tuve miedo?”
“El miedo se huele”, dice Elías retomando el paso.
“Huele como a pesadilla, como a mal sueño, como a vergüenza y pena”.
Ya es madrugada cuando llegan a la orillada del pueblo.
La Magdalena pregunta:
¿Y cómo huele la alegría?
Elías Contreras, Comisión de Investigación del EZLN, extiende el brazo como si tendiera el mañana y dice:
“Así…”
Un olor a hierba y tierra rebeldes dignas, se levanta y huele tanto que casi se puede ver y tocar y gustar y escuchar y pensar y sentir.
Como si el mañana se hubiera asomado al hoy, un instante solo, y hubiera mostrado su tesoro más fantástico, terrible y maravilloso, es decir, su posibilidad.
Gracias, buenas noches. Nos vemos mañana.
Subcomandante Insurgente Marcos.
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.
Diciembre del 2007.
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