Bacab extendió sus brazos y entendió que fuera de ellos y con ellos podía abrazarlo todo.
Notó también que al hacerlo no abarcaba nada.
Bacab fué feliz al entender que de sus manos se desprendía el infinito. Que un destello luminoso que le crecía en el vientre, se esparcía por todo su cuerpo ocasionando estelas.
Que de sus manos emergía un caos luminiscente y enceguecedor.
Bacab no tenía memoria y sin embargo guardaba en su conciencia un segundo antes de su presencia. Una fugacidad consciente que lo hacía percatarse de cada instante de su vida. Pero también se dio cuentade que no podía moverse. De que sus piernas, enraizadas en la negrura de lo inmaterial se hundían, se alargaban hasta un lugar que le parecía húmedo y seco por momentos.
Tibio y frío. Dulce y violento.
Sus pies cercados por un terreno que le causaba desconcierto pues era áspero a momentos, suave por otros. Lo lastimaba.
Notó además que sólo le correspondía una esquina del Cosmos.
Entonces, en este juego de saber y no saber recordó a sus hermanos.
A los otros Bacabes. A los otros tres rumbos del universo y sonrió.
Y quemó incienso, celebró ámbar. Celebró fuegos. Celebró tiempos que en la espiral del corazón de aquellos seres perecederos y eternos se confundían en pasados y venideros.
En aquella montaña verde, que es una más de las tantas que hay y es única, en sus entrañas hay una mujer de miles de pechos , de los cuales se prenden centenares de almas pequeñas. Se ve como cualquier otra y no lo es. Se ve como una chimenea por los fuegos que la pueblan.
- Esta sequía se ha prolongado-.
- Será porque las lluvias están llegando tarde-.
- Será, más bien porque antes llovía más, pero ya no. Está cambiando todo. Hasta el clima está cambiado.-
- Y qué decir de las costumbres-.
Bacab ríe. A pesar de su inmovildad se mueve. Todo en Bacab se mueve.
Yo veo las montañas y no se de cuál hablan. Todas se ven iguales para mí.
- Pero ¿ Cuál?-.
- Ésa, la que se ve allá-.
- ¿ La grande?-.
- No, ésa de allá, la que sobresale por su forma. Será porque está habitada por los ch'ulel, por los niños-.
- Pero todo ha cambiado siempre-.
- ¿ Y entonces? ¿Porqué no había de seguir cambiando?-.
- Pues ¡no sé!. Porque está cambiando muy rápido-.
- Pues tal vez. Pero para mí siempre ha sido igual. Además yo creo así es siempre con los cambios. (algunos se los quedan y otros los devuelven) pero es más rápido de lo que todo el mundo cree-.
- Pues en la montaña se siente diferente- ¡Pero de un tiempo para acá!-.
- O por lo menos te lo parece-.
Pero todo se está moviendo y las posibilidades, los momentos que uno recuerda ya no son más. Se quedan ahí, o mejor dicho, se van quién sabe a dónde.
Y lo que un día nos parecía, al otro ya no.
- Pero hay cosas que no cambian-.
- ¿Cómo cuáles? A ver, dime una...-.
- Pss no sé, ahorita no se me ocurre ninguna-.
- Porque no la hay. Porque todo va a seguir cambiando siempre, porque todo se mueve. El problema es que nosotros no lo vemos así, no lo aceptamos, porque no nos gustan los cambios, porque nos asustan-.
- ¡ Tú lo ves así porque eres de otro lado! Aquí muchos años las cosas fueron de otro modo-.
- ¿ De cuál modo?-.
- Del otro, de la tradición, de la costumbre-.
- Hasta que...¿Qué?-.
- Hasta que llegaron otras maneras de hacer las cosas, y la gente que siempre ha sentido miedo a no ser entendida, o a ser molestada o lastimada por hacer las cosas a su manera, cambió su modo de ser. Su costumbre por costumbre ajena-.
- Eso se llama adaptarse. No digo te digo que someterse. Porque en el fondo conservamos algo, alguna cosa fuerte que nos hace ser como somos, seguir siendo lo que somos. ¿ O no?-.
- Pues no lo sé, lo único que sé es que hay cosas de las que los viejos se quejan. De que antes eran y ya no son más, ya no se hacen-.
- Los viejos siempre se quejan como nosotros nos vamos a quejar cuando seamos viejos-.
-¿ Y entonces qué quieres decir? ¿ Que los viejos están mal?-.
- No, por supuesto que no-.
- ¿Entonces?-.
Que ellos van a otro ritmo, que se mueven de manera distinta, que si fueran como nosotros no se asustarían tanto, porque no lo verían desde tan lejos-.
- Tal vez, pero tal vez tengan razón-.
- Entonces vamos a tener que verlo nosotros mismos y entonces tal vez cuando les demos la razón ya va a ser demasiado tarde, y ya nuestros nietos nos digan que estamos pendejos-.
- ¡Ja, ja ja ja ja ja ja! ...pues eso sí que etaría jodido!-.
- Pues sí, pero igual y ése es el verdadero ciclo de la vida-.
- ¿Cuál?-.
- El de errar hasta el fin de nuestros días-.
-¿El de qué?-.
- El de cagarla, pues...-.
- ¡Ah!-.
Bacab se carcajea.
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