Compañeros, compañeras: buenas tardes.
Gracias a los compañeros y compañeras del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra que nos invitaron. Nosotros queremos platicar especialmente con los compañeros y compañeras ejidatarios. O sea, no vamos a usar palabra dura. Vamos a hablar como hablamos de por sí nosotros los zapatistas. Y les voy a contar una historia que es la historia de nosotros. Y ustedes van a ver que muchas partes de esa historia es también la historia de ustedes como campesinos, como indígenas y también como organización que lucha. Y como pequeños comerciantes, porque también tenemos en los zapatistas, pequeños comerciantes como los compañeros de “La Pulga”, que estuvimos allá la otra vez.
Miren compañeros, nosotros como zapatistas vemos que las cosas pasan y hay dos formas de que las cuentan. O sea que nos cuentan la historia de una forma, y a veces nos cuentan la historia de otra forma. Entonces siempre que nos cuentan la historia de México, pues parece que hay un chingo de gente, y hay uno que es el que manda, y ese es el que lleva la dirección, y entonces, se gana o se pierde. Y nosotros como pueblos indios decimos, pues es que eso no es cierto. Cuando la lucha se da y es para beneficio de la gente de abajo, no empieza con mucha gente. No es cierto. Las luchas de abajo no empiezan cuando se junta un millón de gente, y alguien les dice: ¡vamos a hacer esto! y todos aplauden y gritan y todo eso. Porque ustedes ven, por ejemplo, que si llega el Sub Marcos, o si llega el EZLN, o la Comandanta Esther, o cuando llegaba Ramona, pues se juntaba un chingo de gente, y ¡Ora viva el EZLN! Pero, así no empezó. Tampoco el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, ni la lucha campesina empieza con un chingo de gente. Empieza con poquitos. Así empiezan las luchas de abajo. Las luchas de arriba sí empiezan con mucha gente, y al final no les queda nada. Y las luchas de abajo empiezan con pocos, y son precisamente esos pocos los que consiguen para la gente de abajo más cosas.
Hay dos partes en la historia de nosotros: La parte de los que llegamos a la montaña, de los guerrilleros, y la parte de los pueblos. No empezó igual. Estaban los pueblos indígenas de Chiapas… Nosotros somos de Chiapas que está… vean el mapa ahí los niños, hasta la mera orilla, abajo. Nadie se acuerda, a veces se confunden, piensan que es Guatemala o que es otro país. Pero no, es México. Ahí la gente pues estaba bien jodida compañeros, pero peor los indígenas. Porque los indígenas estaban jodidos como campesinos, pero también como indígenas. ¿Qué quiere decir esto? A lo mejor muchos de ustedes lo saben. Es que la gente te desprecia porque eres pobre. Pero, también porque eres prieto, también porque eres chaparro, también porque eres gordito, también porque no hablas bien el español, o no hablas español. Nuestra gente la mayoría no habla español. Nuestros comandantes, los que dirigen, las comandantas también, la mayoría no habla castilla. Nunca fue a la escuela. No sabe leer ni escribir. Y son los que están dirigiendo nuestra organización. Pero, no empezó así. Empezó con todo este dolor, esta rabia y esta indignación. Entonces, resulta que alguien decía: “Bueno, pues dicen los de allá arriba, o dice el cura: ‘es que si trabajas vas a conseguir dinero y un día vas a ser rico’. Pero siempre voy a ser moreno, siempre voy a ser indígena, eso cómo me lo quito”. Entonces, en mucha gente le ponían la vergüenza de ser como es.
Y hay una historia muy triste, de una muchacha que era morena, que tanto la burlaban porque era india… —ustedes a lo mejor lo saben, yo creo que sí— ¿A poco no era un insulto decir pinche indio, pinche india pata rajada? Era un insulto, pues. Y entonces esta mujer tenía tanta vergüenza, que se pinta con cal la piel, para que se le blanquee. Pues se le quema. Ustedes saben, si le cae cal, se quema. Entonces, cuando le pregunta su familia: —Oye ¿qué te pasó? —No pues que quise ser blanca, porque si soy morena me desprecian y me humillan.
Así está la historia, desde hace 500 años. Hace 500 años no importa que color eres, porque todos estamos prietos, pues. Pero, tras que llegan los españoles, que además llegó que eran blancos. Y entonces, esos traían el dominio y dominan a los indígenas, que son morenos, y entonces parece que el color es el que manda. Parece que ser moreno es ser pobre, y ser blanco es ser rico. Ya vimos que no es cierto. Que hay blancos que están bien jodidos, y hay morenos que son unos hijos de la chingada, que están allá arriba ganando un chingo de dinero ¿no? Podemos ver, pues. Y aunque se ponen bien trajeados y todo, pues son prietos. Ni modo, dónde se van a pintar, pues. Y hay güeros que no cobran por ser güeros. Llegó así su color de su piel y ni modo, pero están igual de jodidos que cualquiera ¿no?
Pero allá en Chiapas el ser indígena era lo peor del mundo. Antes, estoy hablando de hace 22 años. Y entonces, llegamos un grupo de compañeros y compañeras que vamos a hacer la revolución y nosotros nos vamos a alzar en armas y, entonces, todo el pueblo nos va a seguir. Entonces, nos vamos a la montaña, pero nadie nos hace caso. Ahí no crean que hay cámaras, ni hay micrófonos, ni se junta la gente. Éramos seis, compañeros y compañeras. Ahí estamos batallando con la diarrea, la calentura. Estamos comiendo culebra, tlacuache, lo que encontramos pues para comer. Pero estamos pensando que un día va a llegar que vamos a poder hablar con nuestro pueblo y organizarlo.
Y en los pueblos zapatistas —que todavía no son zapatistas— está esto de que como campesinos los chinga el coyote. Allá le decimos coyote, no se aquí como le dicen al intermediario. También coyote. Ustedes tienen su cosecha como campesinos, y no van y la venden al precio que les costó para poder vivir, sino que hay un coyote, un intermediario, que les dice: —No, yo te pago tanto—. Y él la lleva a la central de abastos y ahí la vende. Si quieren vender por su propia cuenta no los dejan. Dice el gobierno: —No, tú eres comerciante informal, de la calle. No tienes derecho, no puedes ponerte en la calle—. Por eso están chingando a los compañeros del “Belisario Domínguez”, o a los compañeros de “La Pulga”. Dicen: —no ni madres, aquí esos son puestitos, esos no sirven—.
Entonces, fíjense lo que pasaba allá. Allá nosotros no tenemos nada. Sembrábamos maíz, frijol, tal vez un poco de calabacita y café. El café era el que vendíamos para poder tener la paga, el dinero. Por si alguien se enferma, para comprar calzones, medio fondo, prensa pelo, porta pechos, cosas pues de la ropa que se necesitan. Pero, no hay carreteras, sólo hay una carretera que entra, y los pueblos hay que caminar dos tres días. Entonces, como muchos pueblos campesinos, pues cuando hay que hacer la cosecha se junta la familia. No es que va uno solo, sino que va la mujer, el marido, los hijos. Aunque están chiquitos ¡Órale! Vamos a cortar el café y a prepararlo, a secarlo. Entonces, están todos trabajando. Juntan el café, lo ponen en unos costales que les dicen costales pergamino. Pesan como 50-60 kilos cada uno. Entonces, el que tiene bestia pues en la bestia, y el que no pues él es la bestia, en el lomo. Entonces, empiezan a arrear el café, 2-3 días de camino hasta donde llega el carro. Ya en la carretera, le pagan al chofer un poco de dinero para que los lleve a la cabecera municipal. En la cabecera municipal van a ir a tratar de vender su café a buen precio. Digamos un ejemplo, está pagando a 10 pesos el kilo de café. Pero ahí, a la entrada nada más, está el coyote. Uno no sabe castilla, no habla español. Lo para el coyote y le dice: —yo soy el gobierno, yo te voy a comprar tu café.
Pues el compañero, la compañera, no muy entiende porque no entiende español. Se baja y dice: —¿Cuánto traes? Vamos a pesarlo.
Y lo pesa y dice: —No pues no trae 50 kilos, trae 40 kilos nada más.
Y el compañero está viendo que está haciendo trampa porque él lo pesó. Sabe que pesa 50. Entonces, quiere alegar, pero alega en lengua. No le entienden o no le hacen caso.
El coyote le dice: —bueno, está bien, te voy a pagar 3 pesos el kilo.
El compañero con un poco de español dice: —10 pesos.
Dice: —no, 3 pesos, si no quieres, llévatelo.
Entonces, el compa dice: —puta, a poco me voy a regresar y luego lo voy a cargar y ¿qué voy a hacer con mi café ahí en mi casa? yo no me lo voy a tomar, es mucho. Y ¿qué le voy a decir a mi familia de que fui, llevé el café y ahora no tengo nada?… Ta bueno, dame los 3 pesos.
Te chingó. Y con esos 3 pesos llega en su idea de que está muy triste, esos 3 pesos por kilo, junta 150 o 200 pesos, y a la cantina, a tomarse trago. Y llega de regreso otra vez a su casa, después de muchos días, sin café y sin dinero.
—¿Qué te pasó viejo?
—No, pues pinche coyote me agarró…
—¿Y luego?
—Me lo tomé porque entró mucha tristeza en mi alma, y para curarme me eché el trago…
“Posh” le dicen allá, porque bromean los compañeros. Posh quiere decir en tzeltal medicina. Entonces, para no decir claro que están tomando trago, dicen es que fui a tomar la medicina. Y está echando puras cerveza ¿no?
Entonces está así esa historia. Si se enferman, compañeros, con trabajo hacen los tres días de camino, agarran el carro, llegan a la clínica del gobierno y no los reciben porque son indios. O les dan nada más una pastillita. Entonces, tanto gasto para salir, para que no te atiendan… Entonces la gente empieza a decir: no pues de balde voy a salir. Bueno, así está pues la historia. Y que lo burlan porque son indios, los explotan. Están los finqueros, que son como los terratenientes que obligan a la gente que se pone a trabajar ahí. Hay una finca ahí, que ya luego les quitamos a los ricos cuando nos alzamos en armas, donde les pagaban dos pesos al día por trabajar. Y no podían quedar ahí; estaba el finquero y ellos tenían que irse a su pueblo a vivir y cada día llegar a trabajar a las seis de la mañana y acababan a las seis de la tarde, doce horas de trabajo, por dos pesos al día.
Y así está la historia muy triste. Y una vez, estamos nosotros ahí en la montaña, como guerrilleros, y topamos a un compañero, que es como de la edad de los compañeros éstos. Antonio se llamaba, el viejo Antonio le decimos nosotros. Y pues nosotros no hay Ejército Zapatista, no se conoce, estamos escondidos.
Y entonces, él me dice: —¿Y tú quién eres?
Y yo le dije: —Soy ingeniero de Pemex, estoy viendo a ver si hay petróleo. ¿Y tú quién eres? — le digo yo—.
—Yo ando de cacería.
Pero los dos claro nos dimos cuenta que estamos echando mentiras. Él sabe que yo no soy ingeniero, y yo se que él no está de cacería. Entonces, ahí pues como que nos desconfiamos, porque ya ves cuando primero conoces a alguien como que no le tienes confianza. O sea como que le estás tomando la medida, a ver qué va a decir, cómo es su pensamiento. Nosotros decimos, falta ver cómo es el corazón de la gente. Lo tienes que conocer primero.
Pero, nos sentamos a platicar. Y él empezó a contar esto que les digo: cómo era la vida en los pueblos. Y yo le empecé a decir:
—¿Sabes qué? nosotros no somos de Pemex, en realidad nosotros somos guerrilleros del EZLN.
Y ya le empezamos a contar de Zapata, y de que hay que luchar, y que la tierra es de quien la trabaja y todo eso. Y ya nos empezamos a conocer y entonces él dice:
—Vamos a hablar con otros compañeros y compañeras. Pero no hables como hablas tú — dice — porque usas palabra muy dura, no te entendemos.
Nosotros decimos que el Estado, y que la crisis, y que la coyuntura y no sé qué tanto. Y él dice:
—¡Puta… eso no te va a entender nadie, pues! La gente es sencilla, entiende palabra sencilla y, además, tienes que aprender a hablar como nosotros, o sea tienes que aprender a hablar en la lengua maya, que es nuestra lengua.
Pues ni modo, se chingó Roma, y a aprender. Entonces ahí nosotros dijimos: bueno, pues ni modo tenemos que aprender. En lugar de que vamos a dirigir y a dar orden, o que vamos a enseñar, pues salió chueco. Ahora tenemos que aprender y tenemos que obedecer. Y también, tenemos que este compañero, en lugar de regañarnos, nos empezó a enseñar. Y ya, empezamos a llegar a los pueblos, pero muy poquito. Llegaban y se tenían que esconder, porque decían que nosotros éramos roba vacas. O sea que éramos maleantes, malosos. Teníamos que llegar de noche, a escondidas. Y reunirnos en una champita, en una casita, y ahí platicábamos. Cómo está la vida, cómo está la lucha, qué tenemos que hacer para organizarnos. Y entonces, el Ejército Zapatista crece. Éramos seis, y ya éramos doce. Había seis compañeros en los pueblos que nos ayudaban, y a escondidas nos llevaban tortilla, nos llevaban un poco de frijol, panela. Panela allá es como aquí el piloncillo. Lo hacen con la caña de azúcar y con eso endulzábamos el café, porque no hay azúcar.
Entonces, esos pocos compañeros se reunían y nos reuníamos en la montaña, a escondidas de todos. Y entonces, yo les decía:
—No, miren, van a ver que va a llegar un día en que un chingo de gente nos va a apoyar.
Y entonces, éstos se me quedaban viendo como diciendo: “¡puta, pues ya le hizo daño la panela! porque está loco, porque somos doce. Aquí estamos y dice que va a haber un momento en que seamos miles y miles”. Dicen:
—No pus ya el capitán —yo era capitán no era subcomandante—, no pues ya el capitán de plano ya lo picó la culebra y le hizo daño en la cabeza, porque ya está viendo cosas que no son —me decían
—. No, pus si ni siquiera la gente aquí que está también jodida nos apoya.
—No, pero va a llegar el día. Vamos a explicar, vamos a hablar.
Bueno, empiezan estos compañeros a hablar con otros y luego ya entra un pueblo completo. Y luego otro pueblo. Porque ahí, se empiezan a hablar entre familia. O sea, el señor le dice a la señora:
—Oye vieja, fíjate cómo está esto ¿qué estás pensando?
Y ya la señora le dice:
—Pus ‘ta bueno, a ver si dejas la borrachera y las pendejadas que estás haciendo para que te pongas a hacer algo de provecho.
Y luego al rato el tío, el primo, y entonces por la familia se empieza a crecer. Y luego ya hay un pueblo, y luego ese le habla a otro de otro pueblo. Y empieza a crecer, y al rato pues ya hay un buen tanto de pueblos.
Y entonces, estamos en una reunión y decimos:
—Bueno, ¿por qué luchamos? —pregunté yo, que era la plática que iba a dar—. ¿Por qué luchamos?
Pero, yo pensando que yo voy a contestar. Pero que no me dejan contestar. Y dicen:
—Nosotros luchamos porque nadie nos mande, porque nadie nos diga qué tenemos que hacer. Porque nadie viva a costa de nosotros, a costa de nuestro sufrimiento.
Y empiezan a decir así con su propia palabra. Y yo, el papel que traía, pues lo tiré, porque era pura palabra así dura. Y ellos lo estaban explicando mero como lo están viviendo. Entonces, nosotros decimos que al pueblo no le puedes explicar que está jodido, él sabe que está jodido. Y lo explica mejor que cualquiera. Y como lo explicaban en su propia palabra, con su propio modo, pues otros más entendían y otros más, y otros más, y otros más.
Entonces, nosotros les preguntamos:
—Bueno, ¿cuál es el problema aquí?
—Bueno —dicen—, oye Capitán pues la problema… (porque así usan la lengua; cuando termina con “a” dicen que es la, y cuando tiene “s” es plural. Entonces decían que yo no era Marcos, porque quiere decir que hay muchos. Es Marco sólo uno, pues. Y cuando es “a”, como mapa y problema, es la problema, la mapa) la problema que tenemos aquí es que nos quiere desalojar el gobierno.
—¿Cómo?
—Sí, es que quiere que estas tierras, que es la Selva Lacandona, que no podemos vivir aquí. Y además los finqueros tienen guardias blancas —o sea paramilitares—. Entonces cuando nos organizamos para protestar, llegan los pistoleros. (Así como en las películas de los Almada, que llegan los pistoleros y ¡órale, jijos de la chingada! Así allá, pero no era película, era de verdad). Entonces, pus nosotros queremos aprender a usar las armas para defendernos, para que no nos van a chingar.
—¡Órale, empezamos pues!
Y primero, pues están los jóvenes aprendiendo a ser milicianos. Luego, los viejitos dicen “yo también quiero aprender”. Y les decíamos, oiga pero usted ya nomás está más p’allá que p’acá. “No, ni madre, yo también quiero aprender”. Y al rato la ñora llega con el niño, así terciado, en el reboso meten al chamaco como si fuera un costal. Y ahí llegan y agarran un palo… “Yo también quiero aprender”. Y al rato, todos, hasta los chuchos, los perros, están haciendo sus ejercicios para aprender, para pelear, para defenderse de los ricos. Pero ahí nadie se está dando cuenta compañeros. Como ahí no llega nada, todo eso está pasando, pero ya es un pueblo, ya es otro, ya es un chingo de pueblos y nadie mira qué está pasando. Porque todos están viendo la televisión; todos están viendo que si Salinas de Gortari, que qué chingón es, y no sé qué madre. Y allá pues nadie se acuerda. Entonces empieza a crecer más y más el EZLN con puros pueblos. Pero todavía no hace nada, todavía no se da a conocer.
Y entonces, hay unas elecciones ahí en Chiapas. Y entonces, ahí gana el PRI, con 110 por ciento de los votos. O sea tuvo más votos que la gente que había ahí. Pero no les dio vergüenza. Dijeron “¡pues ya ganamos! ¡Ay, se nos pasó la mano! Pero, ni modo ¿no?” Entonces, todos dicen: “no, en Chiapas la gente está bien jodida, pero ahí no va a pasar nada. Siempre gana el PRI, ahí la gente es muy pendeja —decían—, porque el PRI los tiene jodidos y votan por el PRI”. Pero nadie iba a ver qué es lo que hacían. Yo les voy a contar qué es lo que hacían. ¿Acaso van las cajas para los pueblos, para llenarlas? Se juntan en el palacio municipal y a los maestros les dicen: “una torta y un refresco al que se ponga aquí a llenar las boletas”. Y ya llegaban los maestros y están tomando torta y un refresco, pero teporocho. O sea al refresco le echaban alcohol. Y están contentos tomando la coca, el orange. Pero, tras que tiene trago. Entonces, se ponen a llenar las boletas, y como ya están medio pedos, pus se les pasa la cuenta y llenan de más.
Pero en las comunidades nadie sabe quién es presidente de la República, quién es gobernador, quién es presidente municipal. Nadie sabe nada, porque nadie llega allá. Nada más llegan los coyotes, a comprar el ganado y el café, y se van. Y nadie llega, no llega el gobierno ni nadie. ¿Quién sí llegaba? La Iglesia. Llegaban los curas, que sí están luchando con el pueblo, y hablaban de que hay que organizarse, pero organizarse así para pedir proyectos. Y entonces, se organiza un grupo de indígenas y piden proyectos. Hacen lo que hacen todos los campesinos en el país: mandan comisión, que vaya a Reforma Agraria, para que den los papeles. Que vaya a Seguridad para que le den dinero para los proyectos. Y ahí están, vuelta y vuelta, compañeros. A lo mejor ustedes conocen esa historia; no los reciben los del gobierno. Les dicen: “date otra vuelta”, o les reciben el papel pero no les contestan. Y una y otra vez. La gente empieza a decir: “no pues es que el gobierno no da. Pero, además, se burla de nosotros porque somos indios”. Porque ellos ven que llega alguien trajeado, con su saco y su corbata, y rápido el gobierno lo pasa. Pero llegan ellos así con huaraches, o descalzos o bota de hule —que es lo que se usa allá—, y ni lo reciben. Ni siquiera lo dejan pasar, aunque está lloviendo —allá llueve mucho en estos meses—, ahí lo tienen en la calle esperando, y no lo reciben. Dos, tres días y no lo reciben. Cuando lo reciben, dicen: “bueno, pus ahí lo voy a ver, date otra vuelta dentro de un mes”. Y ahí va otra vez el compañero de regreso de la comisión, con las manos vacías.
Entonces, esos compañeros empiezan a platicar, y dicen:
—No, pues ese no es camino. Los de allá arriba no nos oyen. No nos hacen caso, nada más cuando nos quieren chingar.
Entonces, otros compañeros que sí saben de zapatistas, les dicen:
—Éntrate en la lucha.
Para esto, pues, ya están creciendo más y más. Pero los que antes pensaban que se podía pidiéndole al gobierno ya se empiezan a convencer que no, que no se puede. De ahí lo que pasa es que de pronto entran dos compañeras indígenas al EZLN, como insurgentas, como guerrilleras. Pero son compañeras indígenas. Entonces, cuando vamos a un pueblo a dar plática, las otras mujeres se dan cuenta y empieza la bulla —ya ven cómo se ponen a hablar, de por sí ¿verdad? cuando están mal hablando de los hombres—. Dicen: “bueno ¿por qué hay mujeres, y tienen arma?” Se supone que allá las mujeres nada… El petate y el metate bien calientes. O sea sólo sirven para hacer de comer y para hacer niños, y ya. No la tomaban en cuenta. Incluso, si tú te quieres casar con una muchacha ¿acaso le vas a enamorar? Vas y te arreglas con el papá y le dices: “¿cuánto?, porque yo quiero a tu hija”. Y entonces, la muchacha sólo conocía a su marido ya mero en la noche, cuando pasa lo que pasa. Yo ya no me acuerdo, porque ya estoy muy viejo, pero algo pasa en ese momento. Porque luego salen muy contentos los dos, ya no me acuerdo qué. Y luego ya se pasan las noches peleando, después de esa primera noche. Pero, en esa noche no pelean, o sí, pero de otra forma.
Bueno, entonces lo que está pasando es que están todas las comunidades jodidas. Pero, dentro de esas comunidades, las mujeres están todavía más jodidas. Porque como quiera el varón es el que sale a comisión, o sale a vender. Y la mujer pues no conoce ni la cabecera municipal donde vive. O sea, conoce su pueblo y tal vez un pueblo cercano. Los pueblos son chiquitos allá. Los pueblos nuestros son como de 40 o 50 familias. Son 40 o 50 casitas. Hay una iglesia, una ermita le dicen, que es donde van a rezar los domingos. Y una cancha de básquetbol, porque les gusta mucho el básquetbol. ¿Acaso les gustaba el fútbol? el fútbol lo metimos nosotros; era puro básquetbol. Y esa cancha de básquetbol pues no tenía tablero ni aro. O sea no se podía jugar básquetbol, pero el gobierno había dicho que ahí hay una cancha de básquetbol, y había salido el presidente en la televisión diciendo: “En Chiapas, hemos hecho mil canchas de básquetbol” ¿Y cuál? el tablero era uno que decía cocacola. Y el aro nunca llegó, entonces, nomás estaba el tablero. Y entonces los compas hacían con bejuco, con ramas, un aro, y lo ponían y con ese jugaban básquetbol. Con una pelota de plástico que no era de básquetbol. Así pues, está jodido.
Entonces, las mujeres están hechas a un lado. No hay escuela, aunque el gobierno dice que hay escuela. Y los niños y niñas, desde que están chiquitos, ya en cuanto levantan un poco del suelo, tienen que chambear. Hay que ir por la leña, hay que moler el maíz, hay que ir a tapiscar, hay que ir a cortar el café; y así crecen. Allá no había niñez. O sea los niños a los 6, 7, 8 años a chambear, y antes pus a juntar lombrices. Entonces, las mujeres del pueblo, las mujeres grandes ya de edad, empiezan a ver que hay mujeres también en el EZLN. Y que además mandan, porque ven que da una orden y los hombres que es su tropa la obedecen. Y dicen:
—¡En la madre! A mí no me obedecen ni mis hijos. Y ésta es una chamaquita, y yo que ya soy de juicio —así dicen, cuando alguien ya tiene edad es de juicio—, no me obedecen ni las gallinas.
Entonces empiezan a hablar aparte con las compañeras. Y empiezan a preguntar:
—Oye, ¿tú por qué estás ahí?
Y entonces, empiezan a contar la historia de todas ellas:
—Yo en mi pueblo, ¿qué iba a hacer? Me iban a obligar a que me casara. Me iba a tocar un marido borracho, me iban a pegar, nunca iba a aprender nada. Entonces, mejor le dije a mi papa: “Yo me quiero ir allá con los compañeros”.
No decían ni insurgentes, ni zapatistas, decían me voy con los compañeros.
—Y, ¿cómo te va, está mucho la chinga?
—No pues yo aquí me enseñan a leer y a escribir. Me enseñan pues algo de la medicina. Y si hago bien los trabajos, pues me toca ser mando. Y aquí no importa si eres hombre o mujer.
No es cierto, sí importa, en la noche importa mucho. Pero, en el día no importa pues. Y dicen:
—Pero ¿cómo está aquí?
—No pues es que aquí también los hombres tienen que cocinar.
—¡Órale! —dicen las señoras—. ¿A poco también los machetes tienen que cocinar (no los machetes de Atenco, los machetes los machos, los hombres pues). A poco se ponen a tortear y a hacer el fogón? Y dicen:
—Sí.
—Y ¿por qué?
—Pues porque es orden ¿acaso es su gusto? O sea, no lo hacen porque quieren, sino porque los obligan, porque tiene que ser parejo.
—Pero a la hora de la cacería y eso ¿sólo van los hombres?
—No, también las mujeres.
Entonces, se empiezan a dar cuenta que hay otras cosas. Y empiezan a decir: “nosotros queremos que así tiene que ser también aquí abajo”. Y entonces, empiezan a pelear con el marido, pero ya no porque le está viendo las nalgas a la vecina, sino empiezan a pelear porque dicen: “bueno, ¿y yo por qué no participo en la asamblea?” Entonces empiezan a hacer bulla y a hacer desmadre y hasta que consiguen que sí, que en la asamblea ya pueden ir y pueden participar. Y ya se empieza a ver que en las asambleas —ora sí, no sé porqué, pporque desde nuestra madre Eva tenemos ese problema, pero resulta que las mujeres tienen más juicio en las propuestas—, entonces, cuando hay un problema —una problema pues— las compañeras son las que dicen: “no, pues vamos a buscarle” y ya todos dicen: “¡Ah pues sí, es por este lado donde hay que hacer!”
Entonces empieza a crecer una organización adentro. Pero ahí tienen ustedes compañeros que llega la desgracia de que llega este cabrón de Salinas de Gortari y hace su trampa —su fraude así como el que hizo ahorita Calderón—, y entonces se mete en la presidencia y dice: “Se acabó la tierra, ya no hay reparto agrario y vamos a cambiar el artículo 27 —que es el que dice lo de la tierra— para que ahora sí se puede vender y comprar la tierra”. Antes no se podía. La tierra ejidal o la tierra comunal no se puede vender ni comprar, está jodida o está buena, pero esa es tu tierra, nadie te la puede quitar; aunque tú digas: “es que la quiero vender”. No puedes, está prohibido.
Y entonces Salinas de Gortari dice: “No, ya se va a poder, porque los campesinos en México son libres, entonces tienen que ser también libre de vender o comprar tierra”. Y empieza a echar su mentira compañeros, porque empieza a decir: “es que un campesino que ahorita tiene 20 hectáreas —que es su dotación ejidal—, como ahora ya está libre puede comprar otras 20 y va a tener 40”. Entonces le empieza a decir a los ejidatarios: “ya vas a poder ser pequeño propietario, ranchero, y si juntas tu dinerito vas a juntar mil hectáreas, vas a ser terrateniente”. Pero no dice que también se puede vender.
Entonces, lo que empieza a hacer el gobierno es que empieza a presionar a los campesinos para que vendan la tierra porque ya es legal, antes era ilegal. Pero los compañeros allá nuestros no tenían tierra; ahora sí que los niños empiezan a crecer, se hacen jóvenes y ya no hay tierra porque van a Reforma Agraria y les dicen: “no, ya no hay tierra”.
Pero nosotros estamos viendo que ahí está la tierra, la buena tierra, la tienen los finqueros, miles de hectáreas, mientras los pueblos están batallando con 20 hectáreas. Ustedes los que son ejidatarios… Yo el otro día que vine, la primera vez, me enseñaron la tierra; puro plan decimos nosotros, está plano pues. A nosotros nos habían dado el puro cerro, así empinado y pura piedra, entonces olvídate que el tractor, olvídate siquiera que el arado, con una pinche vara que le decimos la coa haces un hoyo y pones el maíz, y así va. Entonces, cuando ves las milpas allá, las ves tendidas en el cerro y bien chuecas, es así porque según como va la piedra así te vas moviendo. Y ¿qué maíz se va a dar entre la piedra? bien poquito se da. Una hectárea: media tonelada de maíz y te fue bien. Y sólo una vez al año, no puedes hacer torna milpa, que es que siembres dos veces al año. Pero nosotros estamos viendo que la aplanada, donde está la buena tierra y donde hay agua, es del finquero y el gobierno está diciendo “ya no hay tierra” y yo estoy viendo pues si ahí está la tierra. Y ¿cómo es posible que mucha tierra la tenga nada más uno y nosotros, que somos un chingo, tenemos poca tierra y mala? Entonces empiezan —así como cuando tienen lombrices en la cola que le empieza a hacer a uno así—en el pueblo a decir: “no pues es que eso no está bueno y no está bueno”.
—No pero es que los gobiernos son muy poderosos y no podemos protestar, no pues vamos a sacar comisión.
—No, eso ya lo probamos muchos años, de balde vamos a ir a gastar el dinero a Tuxtla si el pinche gobierno no nos va a recibir…
Pues como quiera ahí se aguantan ¿no? con la pobreza ¿no?
Pero entonces viene una desgracia, de que empieza a haber muchas enfermedades de niños y como no hay la paga, no hay dinero porque el café no se paga bien y en las ciudades no atienden a los indios, entonces muchos niños se empiezan a morir, muchos, como si fuera una guerra, miles. Entonces, ahí el niño no llegaba a los 5 años. Desde que nació hasta los 4 años se muere: de diarrea, de calentura, de quién sabe qué, porque ni siquiera había quien nos dijera de qué tenía la enfermedad…
Y pues uno dice que la gente dice: “pues ni modo, Dios lo dijo, es su voluntad de Dios”. Pero las compañeras dijeron:
—¡Ni madres, qué voluntad de Dios! La voluntad de Dios no es que nos muramos los pobres; la voluntad de Dios es que vamos a vivir bien.
Y empiezan a presionar, dicen:
—No, es que tenemos que hacer algo. No podemos estar pariendo hijos para que se mueran. Nosotros estamos orgullosos de ser indígenas, queremos ser indígenas y estamos construyendo esto para que la gente viva bien.
Y entonces empieza a hacerse la bulla de que ya hay que hacer algo y entonces ya nos llaman a nosotros, o sea al EZLN, a los insurgentes y nos dicen:
—¡Llegó la hora, tenemos que hacer algo.
Entonces yo ya les digo:
—No, no chinguen, la correlación de fuerzas no nos favorece, porque está Salinas, todos lo quieren mucho —ahorita ya nadie se acuerda pero en esa época decían que Salinas era lo más chingón del mundo—, el ejército está muy poderoso y ya las revoluciones en el mundo se desmayaron. No, nos van a chingar.
Y entonces ya me dicen:
—No, pues es que esa no es la problema, la problema es que si no hacemos algo, de por sí nos van a chingar pero nadie se va a dar cuenta y además lo que estamos pidiendo es justo, ¿acaso le queremos quitar a otro? Esta es nuestra tierra y la merecemos, éste es nuestro color y estamos orgullosos, ésta es nuestra lengua y estamos orgullosos y es nuestra cultura. Entonces, ni modo, a ver cómo le haces pero tenemos que pelear.
Y empezamos a organizarnos y empezamos pues el 1 de enero de 94. Ya esa parte ustedes ya la conocen ¿no? Pero esta otra parte de cómo empezó, no. No la conocían. Y empezó de por sí como empezaron ustedes compañeros. Ustedes saben que cuando se hizo el movimiento de hace 4 años, que entraron todos los pueblos, no se tocó la campana y rápido llegaron todos los pueblos. Empezó antes, con un pequeño grupo que se reunió y empezó a ver el problema, se enteraron y luego ese habló con otro y con otro y entonces ya creció el movimiento y, entonces sí, ya pudieron derrotar al mal gobierno.
Según nosotros en los últimos gobiernos hay tres cosas que han chingado al gobierno. Al gobierno de Salinas lo chingó el EZLN; al gobierno de Zedillo lo chingó la huelga estudiantil de la UNAM y al gobierno de Fox lo chingó el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. O sea, esos grandes gobiernos tuvieron tres derrotas, que no se hace bulla —porque así son los malos gobiernos, o sea, que no van a contar esa historia—, pero si nosotros contamos la historia de los tres últimos gobiernos, por abajo, vamos a encontrar: EZLN, movimiento estudiantil, Atenco. Esa es la verdad. Pero, en cambio, si nos cuentan la historia en la escuela va a decir: fue Salinas, Zedillo, Fox.
Y es esto que les digo: que nos cuentan cómo va arriba para que nos olvidemos cómo va abajo. Porque si nos miramos cómo estamos abajo, entonces, nos vamos a dar cuenta: pues que, en realidad, las cosas chingonas las hace gente como nosotros compañeros, no las hace gente con corbata ni saco, ni gente que tiene estudios, ni que sabe hablar muy bien, ni que está muy bonito. No es cierto, las cosas que realmente cambian en los pueblos, las hace la gente normal, humilde, sencilla; que a lo mejor no puede ni hablar bien en un micrófono, pero sabe explicar bien y tiene firme su corazón.
Cuando nosotros empezamos a hacer la lucha dijimos: “vamos a hacer la lucha para que nos reconozcan como pueblos indios, vamos a pedirle al gobierno, vamos hacer un gran movimiento para que los políticos se dan cuenta de esto”. Y entonces compañeros, en 2001, antes de su movimiento, pues se da esta traición muy grande de los políticos, todos, como dijo el compañero Sergio: todos los partidos políticos se pusieron de acuerdo para decir: “para mí, tú sigues siendo un pinche indio, te voy a dar una limosna; sólo puedes vender en la calle tus naranjas y hasta que llegue la tira, la policía, para correrte, pero para mí no eres un ser humano, a menos, que te cambies el color, que te hagas otro cuerpo, que olvides tu lengua, que olvides tu cultura, o sea que te hagas como yo”. Dice el gobierno…
Entonces, nosotros dijimos: “¡uta madre! pinches políticos de plano no entienden, pero ya la regamos porque, pues ¿por qué les creímos? ¿Por qué creímos que a lo mejor si tienen bueno su corazón y tiene bueno su pensamiento? ¿y ahora qué hacemos?”
Entonces los compañeros dicen:
—Es que tenemos que buscar a gente como nosotros.
—Pero no nos van hacer caso, nos tienen miedo porque tenemos pasamontañas y tenemos armas. Tiene miedo de que a lo mejor los vamos a llamar a la guerra.
Dicen:
—No, hay mucha gente que está luchando.
Entonces me dicen:
—Atenco —me dicen—. Ponte a verlos a los compas esos de Atenco, fíjate, no están armados, están organizados y son como nosotros, ya vimos las fotos.
Porque luego a veces llegan los periódicos allá. Y compañeros ustedes, muchos de ustedes no han podido ir a comunidad indígena, zapatista, pero si van lo van a dar cuenta y si no van, créanme, es gente igual que ustedes, igual. Y sí, hay unos güeritos, pero es gente jodida, y es gente humilde. Y si ustedes hablan con ellos van a decir: “no pues éste es igual que yo, nomás que a veces se pone un pasamontañas, pero es igual que yo”. Entonces los compañeros los vieron a ustedes y vieron su lucha. Porque dicen:
—No pues es que si vemos la televisión, ya sabemos lo que van a decir, porque de por sí de los zapatistas dicen muchas mentiras. Nosotros decimos, no pues de esos de Atenco también están diciendo muchas mentiras.
Entonces nos mandaron un video de su lucha. Entonces lo vieron los compañeros: ¡uta bien contentos! Decían:
—Esos son…
Porque los compañeros cuando ven película: el malo es gobierno —aunque sea el que sea— y el bueno es zapatista —aunque sea otra cosa. Entonces decían:
—No pues es que esos son zapatistas.
Yo les digo:
—No, es que esos son de Atenco —todavía no se llamaban Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra.
—No, pero son igual que nosotros, están luchando. Y mira: y es gente así como nosotros, no es así que están grandotes y bien fuertes. Son gente pues como nosotros pero están bien decididas. Y las señoras son igual que las señoras nuestras son así pues, normales.
Entonces dicen:
—Esos compañeros son los que hay que hablar, esos están demostrando que las cosas se conquistan con el pueblo organizado, investiga pues de eso.
Entonces ya investigamos y decimos:
—No pues es que empezaron igual: o sea, empezaron unos poquitos, empezaron a hablar con otros; a algunos les da miedo y se van, luego regresan, pero siempre hay como un grupo que se mantiene firme.
Y dicen:
—Esos son.
Y entonces se da que se da su gran movimiento y que lo chingan al Fox. ¡Uta! A nosotros no dio mucha alegría. Dijimos:
—Órale, de eso se trata.
Porque nosotros sabíamos cómo había empezado todo; no empezó con un gran movimiento, sino que empezó con un pequeño movimiento.
Miren compañeros y compañeras ejidatarios, pequeños comerciantes de Atenco: la gente allá afuera los quiere un chingo, casi tanto como los queremos los zapatistas. Los admiran, nunca lo van a ver en las noticias ni en el periódico. Pero que estos compañeros de Italia y de Grecia estén aquí, es por su lucha. Un pueblo que no lucha nadie lo pela. Ustedes vayan a un pueblo priísta y pregúntenles: —Oigan, ¿aquí vienen de Italia y de Grecia?
—¿Qué es eso? —van a decir—.
—Italia es una marca de pantalones ¿no?
—No, son unos que viven…
—¿Dónde?
—No sé pero está lejos…
(Ahorita que les platiquen donde queda Italia, Grecia queda todavía más lejos ¿no?)
—No pues es que a nuestro pueblo llegaron y ahí dicen que la lucha y no sé qué…
Y les voy a contar lo que decía la finada Comandanta Ramona. Ramona era pequeña comerciante, vendía en la calle, ¿saben qué vendía? Pulseras, como ésta, las tejía. Nunca habló español bien, apenas decía su nombre y nunca fue a la escuela y era la Comandanta Ramona y la veían en la calle, pues “pinche india” ¿no? Entonces, cuando llega a la ciudad —porque es la primera zapatista que sale, no es Marcos, la primera que sale es una mujer indígena, que es Ramona—, ya luego le preguntan: Y ¿cómo ves esto?, que no sé qué…
—No pues yo no entiendo porque la gente me quiere tanto —porque era un chingo de gente que decía “¡Ramona, Ramona!”—, ¡puta madre! viera que les puedo vender las pulseritas, pues saco una buena paga, a toda esta gente que esta aquí ¿no? Y yo entendí —nos decía a nosotros— que no era a Ramona, porque ni siquiera me veían la cara pues, nomás veían que estoy chiquita. Yo entendía que estaban saludando a nuestros pueblos.
Miren: nosotros como zapatistas, y yo en lo personal, tenemos un cariño especial por Ignacio del Valle, y no por él, sino por lo que el representaba de ustedes. Y así como ustedes, o él, tenían aprecio por Marcos, no por la persona de Marcos sino porque representaba a los pueblos, nosotros, en Nacho del Valle los veíamos a ustedes, lo vemos todavía como ustedes. Porque ahorita están diciendo que es un gran malvado y no sé qué, pero nosotros lo escuchamos hablar y es bien sencillo y bien bromista. Y yo me acuerdo que llegaba así a las reuniones chiquitas y él llegaba y su palabra era bien entendida porque hablaba bien sencillo, no buscaba palabras —habla pues, porque no está finado, está en la cárcel y lo vamos a sacar—, pero nosotros decimos: ese compañero está representando a un pueblo. En el momento en que el pueblo no esté, pues no existe; así como si no están las comunidades zapatistas no existe Marcos.
Entonces, para nosotros, Ignacio del Valle, luchar por su libertad, por la libertad de Galindo, la libertad de Felipe, es como si estuviéramos luchando por la libertad de ustedes. Y es como nosotros los zapatistas les estamos diciendo: gracias. Gracias Atenco porque existes; gracias Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra porque te mantienes, porque naciste. Porque la gente que forma el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra pudo haber dicho: “no, a la chingada, yo sí vendo mi tierra y gano una buena paga y pongo un puesto en la Merced o me compro una casa”, o lo que sea. Y no, la gente del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra escogió luchar, los hombres y las mujeres. Y a la hora que escogieron esto que soy, soy campesino, este es mi machete y ahora es mi símbolo de lucha, nosotros decimos: ¡uta! ¡qué chingón que existen ustedes compañeros!
Entonces, lo menos que podemos hacer nosotros es decirles gracias de cada momento. A veces podemos venir, como hoy, a decirles y a hablar así; a veces no se puede, porque es el templete y es mucha bulla y se suben y que si uno habla y el que oyó, oyó, pero ni siquiera podemos verlo así. Pero así como estamos platicando es como platicamos allá, no es en grandes manifestaciones y todo eso. Entonces, el mensaje que traigo de las comunidades zapatistas y de los comandantes y comandantas que ya pronto van a venir aquí a hablar con ustedes —como parte del EZLN y de La Otra Campaña— es decirles: gracias. Gracias por Nacho, gracias por Felipe, por Galindo, por los demás presos, por su historia, por el aniversario que ahora tienen y por que se mantengan con la misma fuerza y lucha que nos demuestran. No importa que nadie allá arriba nos esté viendo porque abajo si lo están viendo. Entonces, yo no sé si ustedes saben dónde queda Japón —yo no sé, lo veo en el mapa pero nunca he ido—, pero ahí en Japón está el nombre de Atenco y de libertad.
Y a lo mejor aquí no se ve, en la calle, a lo mejor aquí nomás se ve cuando pasan los pinches judiciales y los de seguridad pública que manda Peña Nieto a chingar a la gente y dicen: “puta, pues estamos muy poquitos, ellos son muy poderosos”. Pero si levantan la mirada van a ver a esos compañeros de Italia del Ya Basta, a los compañeros de Grecia de Una Escuela para Chiapas y a otros compañeros que no pueden venir —porque así como no pueden venir los compañeros zapatistas que están en la comunidad, porque no hay la paga para traerlos, hay mucha gente en otros países que no puede venir— pero los quieren. Los quieren y su forma de decir “los quiero compañeros de Atenco es yo aquí voy a protestar, voy a pedir que los liberen”.
Nacho, Felipe, Galindo van a salir de la cárcel un día, a lo mejor tardan, a lo mejor es rápido, pero van a salir y los vamos a sacar. Y cada día parece que no, parece: “¡chin! ya pasó otro día y no; ¡chin! ya pasó otro día y están allá arriba hablando de otras cosas”. Pero va a llegar ese día, como llegó el julio de Atenco hace 4 años, como llegó el primero de enero del 94 para los zapatistas, como llegó La Otra Campaña… Porque la hora de abajo no suena fuerte, suena quedito y sólo el que está abajo la escucha; los que están arriba no.
Y todo este dolor que tenemos por nuestros presos, por lo que pasamos, es compartido por mucha gente de abajo que no la vemos, pero que está con nosotros. Y un día, ojalá los conozcan, y van a escuchar que les dicen que los quieren con cariño bueno. A lo mejor no les van a entender porque van a hablar en italiano —que es muy otro—, en griego —que es todavía peor, no se entiende nada—, en japonés —que puta, tienes que leer al revés—, pero aunque no entiendan la palabra ustedes van a sentir este sentimiento de cariño. Y van a decir lo que yo les voy a decir ahorita: éste es cariño de compañeros. Porque a tu mamá o a tu hijo, te chingaste, los tienes que querer porque es tu mamá y es tu hijo —aunque sea un cabrón pues—, pero al compañero escoges quererlo, y escoges porque luchó. Y ese cariño que la gente de todo el mundo siente por ustedes no se los regaló nadie: lo conquistaron luchando. Y lo conquistó la gente que está presa, y lo conquistaron ustedes que no han dejado de luchar y siguen levantando ese machete como lo que es: como la dignidad de los campesinos en México.
Nosotros veníamos a decirles esto, no venimos a decirles qué hay que hacer. El Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra siempre ha sabido qué hacer y lo ha hecho bien. Lo que vayan a hacer nosotros lo apoyamos y no vamos a soltar lo de los presos hasta que salgan. Y ya que salgan, pues los vamos a saludar y seguirá la lucha como tiene que seguir; como de por sí va a seguir sin soltar lo de los presos de Atenco. Entonces, nosotros queríamos contarles esta historia, así, con palabras sencillas.
A lo mejor ustedes se acuerdan cómo nació el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, cómo los humillaban, cómo ahora les tienen miedo, cómo ahora la gente de muchas partes del mundo los voltea a ver… Y acuérdense cuando no eran nada, cuando eran un grupito o cuando eran individuo. Y yo estoy seguro que si, entonces, les hubiera dicho Nacho del Valle —a los poquitos que estaban reunidos: a Felipe, a Galindo, Heriberto, Adán…— les hubiera dicho: “¿saben qué? un día si nos hacen algo se van a movilizar gentes en 52 países”. Le hubieran dicho: “a este Nacho se le pasaron las chelas”. Y llegó…
Y en otras partes igual hace el gobierno: que mete a la cárcel a alguien y nadie ni siquiera se entera. Y a Atenco lo tocaron y en todas partes se levantaron y vamos a seguir levantando la misma voz exigiendo la libertad.
Gracias compañeros, gracias compañeras; a ver si no se aburrieron.
Sobre la alerta roja
Bueno, miren compañeros y compañeras. También así con palabras sencillas: Los zapatistas tenemos nuestro modo así de apoyar algo. Nosotros no apoyamos nada más de palabra. Es decir: “¡Ah, qué buena es tu lucha y te apoyamos!” y nos ponemos a hacer otra cosa.
Cuando los compañeros y compañeras estamos en alerta roja quiere decir que las tropas insurgentes se preparan para pelear si es que nos atacan. Y quiere decir también que las comunidades como que se ponen en huelga. Hagan de cuenta que un día llega alguien aquí a Atenco, y todos los comercios están cerrados. Entonces, le preguntan a la gente: “Oye, ¿por qué está cerrado?” “No pues es que el gobierno hizo una maldad en una comunidad zapatista”.
Entonces, la gente cuando llega allá a las comunidades, a los caracoles, a las Juntas de Buen Gobierno, está todo cerrado y pregunta “¿por qué?” Le dicen: “Es que a nuestros compañeros de Atenco los tienen presos, y estamos pidiendo que los liberen”. Entonces, esa gente que llega tiene que voltear a ver qué está pasando en Atenco.
Entonces, las cooperativas se cierran, todo lo que es comercio para afuera se cierra, sólo está lo que hay a lo interno de cada comunidad. Entonces, así están las tropas listas para pelear por si nos ataca el mal gobierno y las comunidades empiezan a protestar, como a hacer una huelga pues. Entonces, ahorita, si ustedes van a los caracoles que es ahí donde llega gente de todo el mundo, está todo cerrado. No están funcionando las cosas, las cooperativas, todo eso, lo que es hacia fuera. Y cuando la gente pregunta “¿por qué?”, decimos: “por Atenco”.
Es nuestra forma de hacer. No sale en la televisión, no sale en los periódicos. Ustedes no lo pueden ver. Pero, cuando los compañeros dicen: “nadie lo va a saber esto que vamos a hacer”. Los compañeros y compañeras dicen: “nosotros sí lo estamos sabiendo; nosotros sabemos que estamos haciendo esto por estos compañeros”.
Así como ustedes, si pasa algo allá, estamos seguros de que iban a hacer algo. A lo mejor lo sabíamos o no, pero ustedes van a saber que están haciendo algo. Y eso es como estamos haciendo las comunidades. Es difícil, porque significa que se cierran muchas cosas: contactos con gente que viene de todo el mundo. Pero algo tenemos que hacer y es nuestra forma de decir. Y ahorita que ya van a ser 3 meses —pues es todo mayo, junio, julio, ya se van a cumplir los 3 meses—, pues los compañeros dicen: “es la lucha”. Si antes lo hacíamos por nosotros mismos, ahora la palabra “compañero” y “compañera” es más grande. Entonces, los ejidatarios, los campesinos, los hombres y las mujeres de Atenco es como si fueran uno de nosotros. Eso es lo que estamos haciendo por nuestros compañeros. Como decía un compañero en una asamblea: “es que cuando le pegaron a Atenco, no le pegaron a Atenco, nos pegaron a nosotros, porque ya somos compañeros”. Igual así pensamos nosotros.
Entonces, eso es lo que es la alerta roja. Si alguien va para allá, no va a encontrar con quien hablar. No puede hablar con los comandantes, con las Juntas de Buen Gobierno, con los Municipios Autónomos. Siguen funcionando, pero nada más para adentro, ya no para afuera. Es nuestra forma de apoyarlos compañeros. Sí, es difícil, pero mucha gente del mundo está volteando a ver por eso. Si dicen: “no, que ya se solucione ese problema”. “Saquen a los presos”, decimos nosotros.
Más sobre la alerta roja
Bueno compañeros y compañeras, miren: siguen funcionando los servicios de educación y salud para adentro. Pero, por muy difícil que sea nuestra situación, es más difícil como está Nacho, Galindo y Felipe; están peor ellos que nosotros. Nosotros estamos en estas condiciones haciendo esto, pero no estamos tristes. Seguimos echando baile —y además estamos muy divertidos con el desmadre que tienen allá arriba los malos gobiernos—, estamos contentos que haya habido mucha solidaridad con Atenco, queremos que haya más. No estamos pues tristes y apenados por nuestra lucha. Nosotros pensamos que hay que hacerla. Pero sigue habiendo la atención médica y de educación para adentro. Lo que no hay es para afuera. O sea, no hay contactos con el exterior, pero sí, si alguien se enferma lo atienden nuestros promotores de salud, sigue habiendo clases en las escuelas de municipios autónomos. Sólo en donde se ve para afuera, ahí es donde está cerrado.
Eso es lo que les decimos compañeros. Más que pensar en cómo estamos nosotros, nosotros pensamos cómo estará Nacho, Felipe y Galindo. Y nosotros decimos no pues eso sí está todavía peor.
Gracias, compañeros y compañeras que nos escucharon la palabra. Nos vamos a retirar. Con permiso.
*Tomado de la página de Enlace Zapatista.